viernes, 8 de noviembre de 2013

Ni jueces, ni jurados ni verdugos.

                          Tolero opiniones e ideologías ajenas. No tengo problema en escuchar a un extremista, un revolucionario, una persona estancada en su ego o un simple camarero. Dicen que siempre se puede aprender algo nuevo de cualquiera, inclusive los rasgos que jamás te gustaría tener, solo con el echo de que esa persona te diga como ha llegado a ser tan degradante. Que solo quede en eso, en opiniones, en hablar y no imponer. Si te digo que pienso que las personas buenas son tontas, ¿quién soy yo para imponerte que seas un bastardo? Se como quieras, yo solo opino, no obligo.
Este es el problema que cada día veo que se desarrolla más en la sociedad. Queremos ser juez, jurado y verdugo sin tener en cuenta que no somos nadie para cambiar formas de actuar, a no ser que las acciones del ajeno sean de mala índole. Por mala índole no quiero dar a entender lo que a mi me parece mal, sino lo que establece la ética y moral como algo malo. No divagaré en la polivalencia de la ética, ya que sería meterse en un berenjenal.

Esas personas, ellas muy dispuestas, que vienen con afán de superioridad, con el increíble don de saberlo "todo" y la pretensión de comerle la cabeza a to' Dios. En si, es algo paradigmático, ya que esas personas piensan que tienen recios y fuertes valores, sin embargo, al intentar encauzar a todo el mundo sus valores, solo demuestran la deficiencia de estos, ya que no pueden ser mantenidos por la persona misma.

Opina y no obligues. Si tu opinión sirve de aliciente e incentiva a la persona a tomar ejemplo, bienvenido sea. Si no, no hay problema, siempre viene bien compartir cosas.

Por: Jesús Manzax

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